lunes, 3 de agosto de 2015

“I have a dream”

“Yo tengo un sueño, que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo: creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”.
“Yo tengo un sueño, que un día en las coloradas colinas de Georgia los hijos de los exesclavos y los hijos de los expropietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad”.
“Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la que regresaré al sur. Con esta fe seremos capaces de esculpir de la montaña de la desesperación una piedra de esperanza”.
“Con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra libertad juntos, con la certeza de que un día seremos libres”.
Hace 50 años que Martin Luther King pronunció este discurso tan inspirador. Había escrito una alocución más pragmática en la que denunciaba  la injusta situación de los negros, pero en virtud del desánimo de los cansados manifestantes sumados al calor del verano, el orador dejó sus papeles e improvisó una visión más positiva y estimulante. En ese momento empezó a contar su sueño.
Podemos preguntarnos, medio siglo después, en qué medida se cumplieron los sueños del pastor negro americano. Hay posiciones encontradas al respecto. Algunos dicen que ha sido un sueño incumplido. Para otros se ha logrado mucho de ese sueño. Qué duda cabe de que son estos sueños inspiradores aquello que ha empujado a la igualdad de derechos de los grupos negros excluidos. Sin embargo, una vez conseguida la igualdad legal, no se ha avanzado en la misma medida con la igualdad real.
Cincuenta años después, un presidente de origen negro, hace pocos días dio un discurso en el mismo lugar, las escalinatas del monumento a Abraham Lincoln en Washington. Obama dijo, refiriéndose al día en que Martin Luther King pronunció su sueño ante la multitud congregada: “Ese día Estados Unidos cambió para ti y para mí”.
Este es el poder de los sueños, el poder de las palabras, el poder de las utopías. Cuánto debemos aprender como sociedad de estas palabras. A pesar de todos los odios y antagonismos,  proyectarnos como lo que Luther King denomina “hermandad”.
A pesar de una historia de exclusión y discriminación, tener esperanza y luchar para que esta situación sea superada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario