El partido de nuestra selección contra la de Suiza lo vi en
Esmeraldas, en una cabaña que expende bebidas y comida a orillas de la
playa, donde se había concentrado muy poco turismo y la mayoría de los
espectadores era de afroecuatorianos. Ellos habían instalado una gran
pantalla, como es debido, y veían el partido mientras atendían a los
escasos turistas. Fue una sensación especial, todos, mestizos y afros,
hermanados nada menos que bajo nuestra selección de fútbol. No obstante,
quienes tenían un rol protagónico eran ellos, los jugadores
ecuatorianos, casi en su totalidad de origen afro, fueron quienes
durante más de 90 minutos nos llenaron de emoción y decepción y pudieron
hacer la magia de comunicarnos a través del fútbol.
De estos temas de fútbol como espacio de representación ya nos habla,
con sobra de autoridad, en una magnífica edición Fernando Carrión. Allí
Carrión nos dice que el fútbol constituye “una de las prácticas
sociales de identificación colectiva más importantes porque es
-simultáneamente- un hecho total, global, colectivo y múltiple”. Esto se
puede entender fácilmente porque acabamos de experimentar una verdadera
marea futbolística como sociedad. No obstante, luego de tener esta
experiencia en Esmeraldas, me preguntaba qué implicaciones tiene esta
representación ‘racial’ de la negritud como identidad nacional. No he
encontrado en la Biblioteca del Fútbol Ecuatoriano un tratamiento
directo del tema, creo necesario indagar cómo mestizos, afros e indios
percibimos la identidad, a través de la selección, en la representación
afroecuatoriana.
Que el racismo se expresa en el fútbol es claro cuando los insultos
hacia los jugadores se constituyen en los lugares comunes. Si todo va
bien hay alabanzas al ‘negro’ héroe, si fallamos la culpa es del ‘negro’
inútil. Esto no es novedad. La novedad para mí fue escuchar en esa
cabaña de Esmeraldas interpelaciones de un tipo aparentemente similar
dicho en boca de afroesmeraldeños. Sorprendida, escuché cómo le
increpaban a un jugador de la selección diciéndole que corriera más
velozmente ‘negro’, y festejando con buen humor que ese que no hacía
bien las cosas era primo ‘negro’ de uno ellos.
En fin, en este caso, decir ‘negro’ de boca de un propio ‘negro’ no
fue un insulto, lo entendí como una interpelación. Relaciono esto cuando
se debatió el tema de que llamaron ‘puto’ los aficionados mexicanos a
un jugador adversario en la impunidad del tumulto, y se justificaron
diciendo que eso no era un insulto homófobo, bajo la excusa de que es un
lugar común en México. Claro, están tan interiorizadas las expresiones
discriminatorias que las naturalizamos con facilidad. No obstante, son
arenas movedizas aquellas de las representaciones y merecen ser
investigadas a profundidad.
En este Mundial observamos selecciones enteras, aun de países
europeos, que tienen una alta representación de la negritud. De esta
forma casi parece que asistiéramos, a simple vista, a un juego de países
del continente africano. ¿Por qué destacan tanto los afros, en todos
los lugares del mundo, en este deporte? Tema para otra entrega.
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