lunes, 3 de agosto de 2015

Fausto, infierno o paraíso

El arte y la estética pueden muy bien llegar a ser un bálsamo para el ‘espíritu’, la llegada a un momentáneo ‘paraíso’. Aquello ocurrió recientemente en el Teatro Sucre, en Quito, cuando se presentó la ópera Fausto, basada en la obra homónima de Goethe, de autoría de Gounod, músico de origen francés quien la estrenó en 1859. El argumento trata de que el viejo Fausto, quien duda del sentido de la ciencia y de la vida, entrega su alma a Mefistófeles y así se condena al infierno creyendo encontrar la felicidad en la juventud, la riqueza y el amor. En su camino corrompe a una muchacha y mata al hermano de ésta. Mientras Fausto que es fuerte y sabio, no es capaz de salvar su alma, la débil e inculta Margarita acaba mereciendo el paraíso.
La excelente puesta en escena de la obra, a cargo de Chía Patiño, permitió renovar un viejo tema, hoy tan vigente “un individualismo desaforado, una insatisfacción permanente, su eterna ambición aunque haga daño a su alrededor, y las crisis de sus logros y fracasos” (folleto de la opera, Fundación Teatro Nacional Sucre). El éxito que tuvo el estreno de la obra en el siglo XIX es muy curioso, puesto que el planteamiento de que el mundo por definición es corrompido coincidía en ese momento con el ambiente que se vivía en Francia, bajo el régimen de Napoleón III.
La producción de esta ópera fue particularmente hermosa por la brillante ejecución musical a cargo de Ari Pelto, quien pudo recoger la maestría de Gounoud traslucida en una técnica orquestal magnífica así como en sonidos embriagadores. El estupendo elenco que integró esta obra, en buena parte ecuatorianos, da cuenta de los nuevos y jóvenes talentos formados en la Escuela lírica de la Fundación del Teatro. La actuación de la Orquesta Sinfónica, y de los diversos coros hicieron de esta puesta en escena un acto inolvidable.
Si bien en nuestro país no hay una tradición de ópera significativa, podemos afirmar que se están haciendo esfuerzos importantes para posicionarla. Y aunque hay quien opina que este es un tema de élites, las artes y la estética no tienen por qué permanecer al margen de un público amplio. La ópera es, sin duda, el más enigmático, fascinante y complejo de los géneros dramáticos, pues reúne música (orquesta, solistas, coros), poesía, danza, artes escenográficas, iluminación, maquillaje y vestuarios. Todo eso convierte en un verdadero deleite asistir a un montaje como el recientemente exhibido, tras casi un año de preparación. El mensaje inefable de la música, el teatro y el canto nos puede verdaderamente ‘salvar’ a nosotros también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario