lunes, 3 de agosto de 2015

La noche de los giles

Los temores despertados recientemente por los fuertes y consecutivos temblores registrados en Quito me transportaron muchos años atrás, a lo que viví en Cuenca. Una noche, muy de madrugada, la ciudad entera se encontró volcada en calles, plazas y parques, a causa de un pánico colectivo originado por el rumor de un terremoto a provocarse en horas inmediatas. En este caso, no hubo temblores previos ni señal extraña en el ambiente, no obstante, como un verdadero reguero de pólvora, se fue difundiendo el mensaje de que habría un terrible terremoto. Los canales de comunicación fueron los teléfonos convencionales, los radioaficionados, y los parientes y vecinos que llamaban a las puertas de los incautos dormidos, quienes, de un sobresalto, se preparaban para salir de sus casas, en medio del frío de la madrugada.
Este evento se produjo el 4 de noviembre de 1985. Fue bautizado por el humor morlaco como ‘la noche de los giles’. Un artículo del genial periodista Edmundo Maldonado nos ha dejado el recuerdo, a quienes lo vivimos con más o menos años a cuestas, de qué hicimos esa madrugada. No todos claro, solo los giles, es decir casi todos:
“Lloran las monjas, lloran los hombres -aunque los hombres nunca lloran-, lloran los pobres, lloran los ricos, porque los ricos también lloran. Terror, temblor, miedo, chirichis, agua de toronjil, abrazos de despedida, perdonada de deudas, recomendaciones… Todo es confusión, carreras, desorden… se canta perdón, oh Dios mío, perdón e indulgencia, perdón y clemencia, perdón y piedad; pequé, ya mi alma su culpa confiesa, mil veces me pesa de tanta maldad, salve dolorosa y afligida madre, salve tus dolores y a todos nos salven…Son las dos y quince de la mañana, faltan tres cuartos de hora para el terremoto, qué lentas pasan las horas, los minutos, los segundos. Sollozan los niños, ladran los perros, fuman las pipas. Las dos y treinta de la mañana y nada… Las dos y cuarenta y dos, señores y señoras faltan dieciocho minutos para el terremoto, profetizado por Mariana de Jesús, cuando los pueblos no hagan nada contra los malos gobiernos. Temblor, pavor, crujir de dientes, nos piernan las tiemblas, cunde el pánico. Faltan dos minutos para las tres, se ponen en cruz los ateos, se hincan los comunistas, se santiguan los socialistas, se golpean el pecho los del MPD, se ríen los curuchupas, pero de miedo”.
Si en Quito se estuvo algo cerca a la noche de los giles cuencana, debemos considerar que los fenómenos de pánico colectivo no son muy frecuentes, no obstante se provocan en situaciones extremas y operan con una rapidez que nos deja pasmados. Información falsa o distorsionada circula espontáneamente y produce conductas que tienden a imitarse fácilmente, por un efecto gregario. En estos escenarios se ha comprobado que la orientación, el liderazgo y mensajes claros y sencillos son claves para superar estas situaciones. Y, después de todo, siempre nos queda el buen humor para burlarnos de nosotros mismos y nuestros miedos atávicos.

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