lunes, 3 de agosto de 2015

Con tinta sangre: Música popular en clave de género (II)

Es necesario hacer un esfuerzo para encontrar la cara oculta del sexismo, y no achacar todo a una maniquea división entre  una naturaleza masculina perversa y una femenina víctima. La agresividad desplegada en el imaginario masculino traducido en las líricas de la música popular, estaría realmente ocultando quejas de los hombres que se encubren en amenazas o insultos.
En contraposición, he analizado dos casos de líricas escritas por mujeres. Una es la autora del pasillo “Sombras”, la poeta mexicana, Rosario Sansores. Posteriormente el compositor ecuatoriano Carlos Brito le añadió la música a este pasillo:
“Cuando tú te hayas ido/ me envolverán las sombras/ cuando tú te hayas ido/ con mi dolor a solas/ evocaré este idilio/ en sus azules horas/cuando tú te hayas ido/ me envolverán las sombras”
Se reproducen los estereotipos habituales, él es quien parte en busca de otro amor, y ella la que se queda recluida en los recuerdos y la nostalgia del amor. Nótese la brecha que establece la autora entre la situación cuando él estaba presente y en su ausencia: “azules horas” iluminadas, llenas de felicidad, hasta llegar las “sombras”, la oscuridad, la desdicha. Es una relación de dependencia como las que frecuentemente establecemos las mujeres. La autora no intenta invertir roles, al contrario, Sansores, los refuerza.
Pero hay otro caso poco documentado, es el de Benigna Dávalos, una poetisa de origen riobambeño, quien es reconocida como la autora de la letra y de la música del pasillo “Ángel de Luz”
“Ángel de luz, de aromas y de nieves/manchó tus labios, con flores de ambrosía / tus pupilas, románticas auroras /que en oriente serán el albo día/ Dentro tu pecho guardas /conciertos de notas, perfumes de nardos, de flores de albor/Mi pecho es un sepulcro de rosas marchitas/ anima estas flores con besos de amor”.
En este pasillo la autora invierte los roles de género porque ella, mujer, compone en letra y música para hombres. Y, aunque escribe asumiendo un rol de hombre hacia un sujeto femenino idealizado -el “ángel de luz”-, es la mujer ante la cual el hombre formula un pedido de amor. La mujer es la portadora de vitalidad, de una sensibilidad sui géneris, de un candor estremecedor; mientras el hombre es visualizado como el propio reflejo de la muerte: “glaciales labios” y “mi pecho es un sepulcro”. Se establece una dependencia vital del hombre respecto de la mujer; solo ella mediante su amor le puede dar vida al hombre, lo cual queda demostrado en su ruego: “anima estas flores –las rosas marchitas del sepulcro - con besos de amor”.
Como hemos visto, las propias mujeres, en tanto autoras y constructoras pueden adoptar posiciones diversas: de reafirmación de la subordinación genérica como en el caso de Sansores o un cierto replanteo más activo del rol femenino, aunque sin superar la idealización estereotipada de género, como en el caso de Dávalos. Se advierte una trampa de la cual no logramos salir las propias mujeres, en la medida en que seguimos siendo las reproductoras de los sistemas patriarcales aún vigentes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario