martes, 4 de agosto de 2015

Carta abierta a Orlando Pérez



Señor
Orlando Pérez
Director del Diario El Telégrafo

Orlando,
A pesar de la censura y de tu carta llena de victimizaciones y afrentas personales, quiero dirigirme a ti. En tu larga misiva dices que está dirigida a mí, pero sólo te diriges al editor de Gkillcity. El hecho de haber publicado finalmente mi artículo el día martes, aunque no explicas por qué no lo hiciste el lunes,  es la mejor prueba de que me censuraste, por ello debiste reparar ese error. ¿Por qué lo publicaste extemporáneamente? Ensayo respuestas: ¿quizás fue por la presión ciudadana de las redes sociales? ¿acaso porque los abogados te asesoraron que lo que hiciste era censura previa y violaba la Ley de Comunicación?
Parece que pretendías que me quedara callada, sumisa ante el abuso que significa recortar mis artículos en sus frases más críticas o ante su censura íntegra. Como periodista que eres ¿crees que habría sido una actitud coherente de mi parte callar ante estos atropellos? Cuando no encontré respuestas en el Diario, ni en ti como Director, usé las redes, que como lo he dicho en mis propios artículos, son los espacios que bien utilizados pueden contribuir a un debate ciudadano.
Es verdad que en el Telégrafo se han publicado cerca de 100 artículos míos. Si me invitaste como columnista porque me reconocías como funcionaria en ese momento, y asumías que en esa posición iba a ser incondicional al régimen ¡te equivocaste! Mis artículos trataron de incorporar permanentemente un ejercicio crítico tanto de la sociedad, el Estado, el patriarcado, el mercado. Y es que procedo de la academia, y ahí aprendí a no ser dócil ni en pensamiento ni en actitud, a realizar un esfuerzo contra los acomodos en los cuales podemos incurrir en un momento determinado.
El hecho de haber colaborado en espacios de reflexión y pensamiento político y social, no es un delito para enrostrarme. La diferencia entre tú y yo radica en que yo pude percibir desde dentro los desaciertos de este gobierno y empecé a criticarlo, lo cual es consecuente. O ¿no recuerdas el artículo titulado Todas somos idiotas http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/todas-somos-idiotas-i.html referido a la penalización del aborto por violación que se confirmó en el COIP y frente al cual recibí reclamos también por “daños” que supuestamente ocasionaba al proceso político?  
Frente a ese desencanto del sueño que para mí, como muchos, supuso la Revolución Ciudadana, preferí apartarme y regresar a la academia. Pero ahí también fui perseguida, por mi actitud crítica frente al modelo de educación superior, y a las prácticas hacendatarias y endogámicas de quien la dirige en este momento, y que estaban enquistadas en el IAEN. También recordarás que escribí un artículo crítico IAEN, un proyecto devastado http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/iaen-un-proyecto-devastado.html  en el cual tú, o tus correctores le pusieron arbitrariamente unos “inofensivos” signos de interrogación.
Frente a tu acusación de que uso nuestra conversación es evidente, de lo contrario qué referente tendría para poder desvirtuarte. Tú dices que no la vas a usar, sin embargo lo haces en tu carta, pero a tu favor.  El problema es que la tergiversas, pues si no lo hicieras no estarías preocupado de si voy a hacer públicos los mails de llamados de atención y “jalón de orejas” tuyos invitándome a alinearme o los mensajes en los cuales me reclamas por mis “quejas” en las redes.
Tu inicial apertura frente a mis artículos cambió coincidencialmente cuando te pusieron un Directorio integrado por SECOM, SENPLADES y delegado de la Presidencia –Decreto 545-. No entiendo cómo pudo ocurrir esto y cómo fue posible que un Diario, que pretendía convertirse en público, pudiera aceptar que organismos gubernamentales controlen el Directorio. Te dueles en tu carta de los tuits ofensivos y de las infamias que publican en tu contra. Yo no suscribo esas ofensas ni infamias. Todos somos personas con todos sus derechos y dignidad.  
Pero así como te molesta lo dicho, debiste hacer público tu malestar frente a esta imposición en el Diario. Mi perspectiva es que los problemas más apremiantes para la dirección del Telégrafo comenzaron a evidenciarse cuando estas autoridades se inmiscuyeron en el medio. A partir de ese momento, imagino, te viste sometido a presiones peores que las anteriores. A partir de ahí comenzaron los recortes, sin ninguna explicación, a mis artículos. El tema del número de caracteres es una excusa, pues tus propios editoriales como el de hoy martes, omitida la transcripción de mi artículo, sobrepasa al menos en el doble autorizado para los columnistas, cuya licencia de excepcionalidad te permites inequitativamente siempre.
Pretendes descalificar mis artículos por el número de adjetivos o por la “baja calidad de la redacción”. Si lo dijera un miembro de la Academia de la Lengua lo aceptaría con modestia. Siempre me llamaste la atención por el contenido, porque cuestionaba por ejemplo las enmiendas constitucionales, la reelección indefinida, la ausencia de democracia directa para zanjar estos temas. Nunca me hablaste de la baja calidad de redacción de mis textos; al contrario, hurgando encontré varios mensajes en donde me felicitas por la calidad de los mismos. Mis lectores sabrán juzgar forma y contenido. A mi haber tengo varios libros publicados, seguramente allí no fueron los correctores quienes me “dieron haciendo” el trabajo.
Lo que resulta  inaceptable es que uses argumentos machistas para contrarrestarme: el rol de mi esposo cuando fue presidente del CONESUP. De ti esperaba otra cosa, más racionalidad y altura. Para tu información, en todo su periodo se creó una sola Universidad que tenía un trámite abierto; sin embargo este gobierno creó 5 universidades, las cuales están ahora con serios problemas. Pero lo central es que a mí no me puedes juzgar por las acciones de mi esposo –quien está en su derecho de responderte- ¿Imagínate si yo me inmiscuyera en la vida de tu familia para atacarte? ¿Te parecería un argumento válido?
Cuando mi esposo dirigía la Educación Superior del país, yo hice un doctorado a tiempo completo en la FLACSO y no me involucré en una sola tarea, en una sola consultoría, en una sola universidad, muy a diferencia de lo que sucede ahora, cuando la esposa de quien dirige el SENESCYT es rectora del IAEN, designada por decreto gubernamental. Me debo referir a estos hechos porque la persecución de ese grupo familiar lo viví con el mismo argumento machista que tú has esgrimido en tu carta: que porque era la esposa del presidente del CONESUP no podía ser su docente, peor llegar a ser su decana, y cuando me candidaticé al rectorado, hicieron todo lo que estuvo a su alcance para que saliera del IAEN y lo consiguieron.
Mi artículo censurado, que tienes que releerlo bien, se refiere al modelo de educación superior en su contexto. Todo lo contrario de lo que tú afirmas, pongo la situación de Yachay “como la punta de iceberg”; eso significa que por abajo hay mucho más, hay arrogancia, hay desprecio a la universidad ecuatoriana, hay inoperancia y falta de experiencia, hay improvisación y un sistema autoritario en donde las universidades han perdido autonomía y tienen miedo de hablar.
Finalmente, debo decir que a pesar de tu desaguisada carta, he aprendido mucho de esta etapa en El Telégrafo, aunque la censura haya sido una estrategia para suprimir  mi columna que venía siendo cada vez más incómoda para el Diario. No obstante, más allá de las diferencias, espero que cada uno de nosotros podamos seguir, en nuestros respectivos roles, contribuyendo para que este país pueda realizar sus sueños sin violencia, pero sin claudicaciones.

Cordialmente,

Mónica Mancero Acosta



lunes, 3 de agosto de 2015

Diálogo y política deliberativa

El diálogo siempre fue apreciado. Desde la antigua Grecia, Platón, por medio de sus diálogos, pretendía encontrar la verdad filosófica. En Roma, Cicerón continuó con métodos argumentativos en sus discursos y sus diálogos políticos.
En el siglo XX, Habermas postuló la política deliberativa como el ideal de entendimiento intersubjetivo que toma en cuenta la pluralidad en las que se configura una voluntad común, un consenso, a través de acuerdos de intereses y compromisos.
Cuando se anunció el diálogo me pareció extraño abrir un debate sobre la sociedad que queremos cuando ya lo habíamos definido en Montecristi.
No obstante, frente al escenario de conflictividad, constituía una táctica para bajar tensiones y construir acuerdos.
Entonces imaginé un diálogo sostenido con los médicos y demandas sobre salud; vislumbré un debate con los maestros y sus fondos de pensiones traspasados; sospeché un diálogo con los jubilados y sus pacientes reivindicaciones; imaginé una negociación con las mujeres y sus agravios sobre temas de salud sexual y reproductiva; supuse un debate con las universidades y su rol subordinado en una reforma educativa poco democrática; vislumbré una negociación con los trabajadores y sus demandas acerca de las reformas laborales; sospeché un debate con los jóvenes ecologistas y la explotación del Yasuní; e, igualmente, imaginé un diálogo con los indígenas acerca de tierra, agua, educación intercultural.
Pero me he dado cuenta de que mi imaginación fue demasiado prolífica, porque lo que tenemos es otra cosa.
En los diversos encuentros no noto un real intercambio de argumentos y propuestas, sino una performance en la que los actores invitados asisten bajo un libreto preestablecido a escuchar a las autoridades.
Los invitados al diálogo parecen todos pertenecer a la misma esfera de influencia ya consolidada por parte de la Revolución Ciudadana: el Frente Unidos, los gobiernos locales afines, sus bases militantes.
Se ha dicho que están todos invitados al diálogo, excepto quienes mienten, quienes pretenden desestabilizar. Esto complica mucho, puesto que generalmente nadie se percibe a sí mismo como un mentiroso o golpista. Cada actor, así sea opositor, cree tener ‘su verdad’.
Entonces, ¿cómo saber quién miente?, ¿mienten los opositores, miente el Gobierno, mienten ambos, o ambos dicen su propia verdad?
Los actores hacen sus planteamientos acerca de los temas que se sienten agraviados. Para la izquierda y los movimientos sociales son temas como inclusión, justicia, reconocimiento.
Para la derecha son temas como derechos de propiedad, reglas claras, inversión, democracia. Entonces, ¿sobre cuál de estas agendas el Gobierno está dialogando?, ¿con cuál de estos bandos? Aparentemente con ninguno de ellos. (O)

SOS Ecuador: una sociedad maltratadora

El mes de junio, en el que se celebra el Día del niño, pasó rápido y entre la convulsión política y otras novedades, me dejó en el tintero una reflexión sobre el trato, o mejor dicho, el maltrato que como sociedad damos a los infantes en nuestro país. Las cifras son alarmantes puesto que más de la mitad de los niños y niñas reporta haber sido víctima de maltrato, el 51% (EDNA INEI). Hay formas distintas de ese maltrato: el abuso físico, sexual, la negligencia, el abandono, el trabajo infantil. Nuestros niños son maltratados en casa y en la escuela; por padres, familiares y maestros.
Si cotejamos estos hechos con los modos en que celebramos el día de la madre y del padre podemos observar una sociedad francamente hipócrita y peligrosamente autoritaria, que no es capaz de respetar los derechos de los más pequeños e indefensos, mientras glorifica los roles tradicionales paternos. De tal forma que a la par que se ensalza el rol materno, más se le recarga de trabajo a una madre que frecuentemente tiene que vivir en una verdadera esquizofrenia entre producir y cuidar, llevado hasta el paroxismo del sacrificio que termina, frecuentemente, en un maltrato de los niños bajo su cuidado. Duro pero cierto, las madres ecuatorianas somos maltratadoras, hay que decirlo con todas sus letras, sacrificadas y maltratadoras.
Vivimos en una tensión indeseable entre estratos sociales en los que se concentraría con más fuerza la violencia, el maltrato y la represión como forma de relacionamiento con los más pequeños, mientras que en otros estratos se viviría una permisividad total que lleva a que los roles entre padres e hijos se inviertan, y a una pérdida de control en la forma de relacionarse con ellos. Ni uno ni otro. No son formas saludables y constructivas de relacionarnos con nuestros hijos.
Que somos una sociedad maltratadora nos lo demuestra el hecho de que no podemos cumplir con las metas de los objetivos de desarrollo del milenio (ODM) en cuanto a desnutrición infantil ¿O es que acaso pensamos que este es un tema que pasa solo por la disponibilidad de recursos económicos? De ningún modo, es quizá la expresión institucionalizada del maltrato a nuestros niños y niñas que como sociedad y Estado no queremos reparar. Son los nuevos niños de la revolución nos han dicho, los que nacieron y crecieron desnutridos en la Revolución Ciudadana: 1 de cada 4 niños sufre desnutrición crónica, siendo más alta en grupos indígenas y en las niñas. Sabemos que estos son hechos irreparables, perdimos la oportunidad y la perdimos para siempre con estos niños.
Frente a estas desesperanzadoras cifras nos podemos preguntar ¿qué hacemos como sociedad discutiendo acerca de las herencias y plusvalías sobre propiedades que los herederos ricos —y nada desnutridos— van a recibir algún día?, ¿qué hacemos invirtiendo tantos recursos y energías en espiarnos unos a otros, o en propaganda para persuadir y convencer?, ¿serán estos los temas trascendentales que como sociedad debemos debatir y en los que debemos concentrar energías y recursos? (O)

Una carta para el Papa

Entre tanta novedad y novelería acerca de la reciente visita del Papa, llamó la atención que una pequeña niña indígena en la Iglesia de San Francisco haya logrado vencer la seguridad y entregarle al Papa una carta. Él la recibió afablemente. Sin embargo, también llama la atención que los remitentes de la carta no hubieran podido acercarse directamente y mantener un encuentro con el Papa. Más aún si consideramos que este encuentro fue con la sociedad civil ecuatoriana. Y evidentemente en nuestro país, uno de los actores fundamentales de la sociedad civil son los pueblos y nacionalidades indígenas, quienes tienen una organización con suficiente legitimidad y trayectoria.
Y es que hay que considerar que la relación entre Iglesia y pueblos indígenas es histórica y tiene sus bemoles. Como sabemos, con cruz en mano los conquistadores se sintieron con el poder suficiente para arrasar las culturas originarias e imponer la suya. Esto mismo fue reconocido en Bolivia por el Papa y pidió perdón a los pueblos y nacionalidades indígenas de América por traer la barbarie y no la civilización. Y entonces, ¿por qué no se pudo reunir la Conaie con el Papa? No lo sabemos, al parecer fue la Conferencia Episcopal la organizadora del evento. En cualquier caso, sí fueron invitadas delegaciones de indígenas, entendemos que a título individual, y entre ellos estaba una niña que pudo sobrepasar los filtros de seguridad, acercarse al Papa y entregar la carta.
En la misiva se mencionan las luces y sombras del rol de la Iglesia en América Latina y a la vez el papel de los pueblos en una resistencia permanente, bajo el histórico y significativo lema ‘Nada solo para los indios’. A partir de allí plantean la construcción del proyecto de Estado plurinacional, el Sumak Kawsay y la derrota que esto significó para el neoliberalismo. Explican la situación del momento político que vivimos: “Si bien consideramos importante la inversión pública en infraestructura y servicios públicos, esta ha sido usada para justificar la violación a los derechos conseguidos, no solo de los pueblos indígenas, sino también de otros sectores sociales, como los trabajadores, las mujeres, los estudiantes, los jubilados, los campesinos, los GLBTI”.
Finalmente, en la carta se detalla una serie de agravios y vulneraciones que sienten los pueblos indígenas y nacionalidades, encabezando la vulneración de derechos educativos; la del derecho a la consulta previa; de la autonomía y libre determinación; la del carácter laico del Estado; a las libertades y derecho a la resistencia; y de varios derechos económicos y productivos.
Al despedirse, los suscriptores señalan que las luchas de las 14 nacionalidades y 18 pueblos indígenas, “siempre enmarcadas en la democracia, buscan construir un mundo más justo y equitativo, por lo que aprovechamos la ocasión de su visita a nuestro país para compartir con usted todo esto e invitarle a juntar esfuerzos, porque otro mundo es posible”. Creo que el Papa leyó la carta, de ahí su discurso en Bolivia. (O)

Religión y política

Las complejas relaciones entre religión y política han permanecido por demasiado tiempo como para que el laicismo haya cumplido con su finalidad, esto es separar la religión de la política. Como caballo de batalla de la modernidad, los pensadores y movimientos políticos lucharon denodadamente en occidente por lograr la secularización de la política y una separación más o menos amigable entre Iglesia/Estado.
Las grandes críticas de la religión realizadas por Marx y Nietzsche, las cuales proclamaron a “la religión opio del pueblo” y “la muerte de dios” respectivamente, no acabaron con la religión sino que provocaron más bien nuevas formas más sutiles de posicionamiento de lo sagrado: la patria, el líder, el mercado, el partido, la revolución.
No obstante, la religión sigue sirviendo los intereses de la política, y viceversa, la política suele apuntalar en ciertas coyunturas las agendas frecuentemente conservadoras de la Iglesia. En regímenes totalitarios o al menos dictatoriales, se formó lo que ha sido denominado “religión-sucedáneo”, formas de reemplazar la cohesión religiosa a través de una política con características cuasi-religiosas. De igual forma, puede operar lo que Juan Linz ha llamado “ideología-sucedáneo”, es decir una religión profundamente politizada.
Sin embargo, la religión y la Iglesia han defendido no solo los intereses del statu quo. En América Latina desde la década de los sesenta y setenta del siglo pasado se pudo presenciar una iglesia “de base” de lado de lo popular, con una vocación fuertemente social que inspiró numerosos movimientos político-religiosos de renovación ideológica y política. Pero las jerarquías eclesiales generalmente se mantenían en la defensa de proyectos elitistas y conservadores.
Hoy parece que todo esto tiene un cierto giro, observamos una renovación del discurso y de prácticas desde la cúspide de la jerarquía de la Iglesia Católica, religión dominante en nuestro país y subcontinente. La visita en estos días del jefe máximo de la Iglesia Católica, el papa Francisco, por primera vez en la historia un pontífice de origen latinoamericano, reposiciona las relaciones entre religión y política en nuestro medio.
El momento en que ocurre la visita es especialmente difícil: un convulso ambiente social y político por las protestas de las diversas oposiciones; un discurso del régimen afincado en la redistribución de la riqueza para debatir los recientes proyectos de ley de herencias y plusvalía; una encíclica en defensa del ambiente en cuya elaboración participó el propio mandatario ecuatoriano.
Los ‘aprovechamientos’ de la política en la agenda religiosa se visibilizan sobre todo en una feligresía que va a renovar su culto, su fe y sus prácticas que cada vez están más venidas a menos entre practicantes y creyentes. (O)

“Así hicimos el levantamiento”

En el Inti Raymi de 1990 ocurrió un hecho que cambiaría a nuestro país para siempre, los runas de levantaron en todas partes del país, lo paralizaron, se tomaron iglesias, centros parroquiales y cantonales, marcharon por las carreteras, interrumpieron las vías, gritaron sus demandas a los cuatro vientos. No era la primera vez que se levantaban y  luchaban, pero sí fue un paso cualitativamente distinto porque lo hicieron con su propia voz, superando el ventriloquismo como ha explicado A. Guerrero. La Iglesia comprometida de monseñor Proaño, los partidos de izquierda, junto a las leyes de reforma agraria y un abigarrado proceso de organización regional autónoma hicieron lo suyo. El paso decisivo fue la conformación en 1986 de la Conaie, una confederación que aunaba a las regionales indígenas y que se planteó una organización autónoma respecto de los partidos y de la religión.
En el levantamiento de 1990 la  principal demanda fue la construcción del Estado plurinacional, pero también un cuestionamiento al modelo agroexportador, al pago de la deuda y otras de carácter reivindicativo, como congelamiento de precios de artículos de primera necesidad, recursos para la educación intercultural bilingüe, condonación de deudas, resolución de conflictos agrarios. Es decir, su lucha se generalizó más allá de lo étnico y se convirtieron en representantes de todo un pueblo. Esto significó adhesiones de gran parte de la sociedad nacional e internacional. Se instalaba una ciudadanía étnica con todos sus derechos, que empezaba a ser reconocida por la propia sociedad ecuatoriana.
Hoy, 25 años después de este acontecimiento, en el evento de celebración de Quito organizado conjuntamente por la Conaie y la Escuela de Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad Central, los indígenas han recordado cómo se produjo el levantamiento y dónde se encuentran 25 años después. La dirigente histórica Nina Pacari afirmó que el levantamiento expresó la articulación de un proceso organizativo desde una perspectiva de clase y étnica de pueblos y nacionalidades; pero que en la relación con el Estado y gobierno no se ven mayores cambios, dado que la RC los sigue mirando como sujetos individuales y no colectivos y plantea “acabar con el corporativismo”, lo que en su percepción implica profundos rezagos de una mentalidad y prácticas coloniales. Además, en el ámbito epistémico hay un franco retroceso por el manejo de la educación intercultural bilingüe. Frente a esto urge la necesidad de “abrir trochas en la lucha por los derechos” y “retomar la agenda del pueblo indígena”.
Fue revitalizante encontrar también a nuevos dirigentes, jóvenes, vitales y bien formados. Ellos examinaron las vicisitudes de la relación con el propio Estado y el Municipio que los continúa viendo como organizaciones sociales y no como entidades territoriales, como minorías y no como pueblos ancestrales, mientras las comunas indígenas ubicadas en la periferia de la ciudad están siendo replegadas en sus territorios. Y nosotros, los mestizos, ¿cuánto hemos avanzado en la construcción de la interculturalidad?, ¿qué hemos hecho porque florezca nuestra otra parte runa? Debemos cuestionarnos como ha señalado un joven indígena en este encuentro. (O)

¿Y dónde están los desheredados?

Mi artículo anterior ‘La mejor herencia es ninguna’ provocó reacciones viscerales de sectores de derecha. Con igual talante, a veces, son las reacciones cuando critico las políticas del Gobierno, sobre todo en relación a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. De modo que entre estos dos fuegos hay que moverse en este momento.
De acuerdo a cómo se han decantado las marchas y plantones en distintas partes del país en estos días, podemos percibir que el problema es más complejo que el exclusivo de las herencias. Pero de todas formas lo que molesta es que el detonante haya sido un tema francamente egoísta e individualista, cuando lo que reclamábamos algunos sectores era precisamente mayor radicalización; aunque extrañamente de algún sector de esta izquierda también se están apoyando las protestas. Habríamos querido que nos movilicemos por el Yasuní, pero la ecología no afecta el bolsillo, o al menos no directamente; habríamos querido que lo hagamos por los legítimos derechos sexuales y reproductivos que se han visto menoscabados, pero tampoco afectan el bolsillo de forma inmediata.
En toda esta historia queda claro -lo reconoce el propio Gobierno- la falta de estrategia política. No hay, o parece no haber, una medida del timing político, del propio análisis de las encuestas frente a las medidas tomadas, del escenario de disputas y la correlación de fuerzas en cada coyuntura. Al Gobierno le hace falta más política y menos marketing. Eso ya quedó claro en las elecciones locales del año pasado.
Que todo sean marchas espontáneas, lo dudo; que todo sea conspiración, también. Hay de lado y lado, es innegable que hay oscuros personajes por detrás, que están financiando y avivando las marchas; pero también lo es que participa ciudadanía que se encuentra insatisfecha, no solo por las herencias sino por una acumulación de medidas cuestionables, así como por el estilo en el que se imponen las cosas. Aunque también están los que ingenuamente, desde la manipulación, creen que se verán afectados. Dudo que los verdaderamente afectados estén en las marchas de la Shyris,
Parque Calderón o en la 9 de Octubre. Ellos cómodamente y frotándose las manos verán cómo la clase media los defiende. Ni pensar en que desfilen a favor, aquí no es Alemania. A ellos no les preocupa nada, tienen una enfurecida clase media para defenderlos.
Quién se nota preocupado es el Gobierno, pero ¿cómo responde? Con contramarchas. Presiento que es una estrategia agotada, debe haber más imaginación, estrategia y habilidad para manejar una situación que empieza a rebasar el manejo tradicional frente a estas crisis políticas.
Que la medida de las herencias sea necesaria y justa no me cabe duda y en mi percepción debería tener más contundencia redistributivamente. No obstante, parece ser ya algo tarde. Si no, ¿dónde están los verdaderos desheredados que no salen a defender la medida?
Bajo el argumento del corporativismo, el gobierno puso contra las cuerdas a los sectores organizados que pudieron haber sido la base para defender, en las calles o como haga falta, un verdadero proyecto redistributivo que, de acuerdo a últimas informaciones, empieza a resquebrajarse. (O)

La mejor herencia… es ninguna

El debate sobre la modificación de los impuestos a las herencias, como pocos, ha sacado a luz la naturalización de principios fuertemente asentados en nuestra conciencia: el de la propiedad privada que convive junto con el de una sociedad  dinástica, contrario al individualismo que es aquello que fue erigido como parte del paradigma liberal.     
Los grandes detractores de la profundización de este impuesto evidentemente son aquellos que presienten serán afectados. Ellos cuentan con suficientes medios de comunicación y vocería para ser escuchados en todos los espacios y pretenden acabar imponiendo su criterio. Los desheredados de este país, quienes no tienen nada que perder -y al contrario, si se distribuyeran adecuadamente estos recursos recaudados tendrían que ganar- no tienen aún suficientes medios para expresarse.
Que esta medida sea un mecanismo redistributivo en una sociedad profundamente desigual como la nuestra, queda fuera de toda duda. Parecería que el gobierno tardó demasiado en implementarla, y que el propio impuesto a la renta a aquellas grandes fortunas debería ser reconsiderado, más todavía a la luz de las ganancias que en el período inmediatamente anterior de bonanza estos grupos económicos han recibido. Por ello, el verdadero debate debe centrarse en dos aspectos, por un lado la pertinencia de la base imponible que aparenta resultar muy baja, y que terminaría afectando a una escuálida clase media baja que este mismo gobierno afirma haber pretendido fortalecer. Y por otro, la viabilidad económica para nuestra sociedad de subir hasta un 77 por ciento en el tramo más alto de la escala.
Me explico: la cultura tributaria y de responsabilidad social de nuestras élites económicas es peculiar; se acostumbraron a concentrar todos los privilegios, y con cualquier señal en contra responden ideando estratagemas jurídicas y financieras para evadir el bulto. Este gesto podría acarrear consecuencias económicas de impacto generalizado por un virtual desincentivo a la producción. Llamados a que estas élites sean más responsables socialmente y reconocer el origen social de su riqueza en nuestro país, caen -como sabemos- en saco roto.
Los sistemáticos estudios recientes sobre el capitalismo confirman el diagnóstico de sociedades cada vez más escandalosamente desiguales, con una tendencia prácticamente irreversible a una peligrosa concentración. Estas investigaciones evidencian que el presupuesto de Ricardo y de Marx de los rendimientos decrecientes del capital no se sostiene, pero tampoco las visiones optimistas liberales y socialdemócratas de reducción de desigualdades a medida que el desarrollo avanza. Thomas Piketty, economista francés experto en desigualdad y distribución, ha demostrado que los patrimonios tienden a acumularse a un ritmo mayor del efecto redistributivo del crecimiento por aumento de producción y salarios, lo que genera desigualdades crecientes e intolerables; frente a esto ha propuesto, precisamente, los impuestos progresivos al capital. David Harvey ha señalado que estamos viviendo una “acumulación por desposesión” que mercantiliza ámbitos antes impenetrables al mercado por vías diversas, lo cual implica una sobreacumulación del capital.  
Es decir, desde la economía política seria, hay una base fundada para idear medidas redistributivas urgentes en nuestras sociedades de capitalismo renovado y agresivo. Por ello, la mejor herencia es quizás ninguna o, como reza el dicho, es lo que dejamos a nuestros hijos en educación y formación. (O)

¿Se puede ser feminista y correísta?

La asambleísta Gina Godoy, en un ejercicio de debate democrático, ha replicado mi artículo ‘Lo sumisas que fuimos’, publicado en este mismo diario. Ella cuestiona mi pertinencia para hacer críticas al decir: “sobre todo cuando se habla sin ser activamente partícipe de los espacios en los que se generan los cambios”. Me pregunto: ¿Qué privilegio tienen las mujeres en un parlamento o en un gobierno para decir que su lucha es más importante que las que luchamos desde abajo y desde afuera? ¿Acaso cuando Gina Godoy criticaba desde la calle, Cynthia Viteri tenía más derecho porque luchaba desde adentro? ¿Es más cómodo hacerlo desde afuera?
La asambleísta Godoy dice “jamás podría reconocerme sumisa”, y eso me alegra mucho. Pero eso no es lo más significativo, lo que realmente cuenta es que, en mi opinión, la Revolución Ciudadana no es un proyecto que crea firmemente en las luchas feministas. Por eso, asambleístas feministas como Godoy y otras han debido plegar con sumisión a temas tan duros para nuestras luchas, como no legislar a favor del aborto por violación, o no decir nada frente al giro ultraconservador del manejo del embarazo adolescente, o aceptar el no tener ninguna reacción de un minusválido Consejo de Igualdad de Género, o haber sido partícipe de la derogatoria de la Ley de Maternidad gratuita.
La asambleísta Godoy sostiene que “mira con decepción cómo nosotras mismas nos agredimos y somos violentas” en referencia a mi artículo. Creo que no debería decepcionarse, el feminismo siempre ha polemizado consigo mismo, en las prácticas feministas no ha imperado un espíritu de cuerpo -que al parecer es lo que le anima a la propia asambleísta Godoy a defender a su colega Aguiñaga en un rol bastante incómodo para la primera, puesto que reconoce que no comparte la sumisión-. Los feminismos han crecido y se han desarrollado gracias a un robusto espíritu crítico, que no ha hecho concesiones ni con el patriarcado ni con las interpretaciones acerca de dónde radica la desigualdad de las mujeres, así sean hechas por las propias mujeres.
No hay que asustarse, y precisamente ese es el rol de aquello que se ha denominado ‘feminismo académico’, término que no comparto porque las feministas en la academia no nos dedicamos solo a reflexionar sobre la desigualdad, también luchamos contra ella en espacios diversos y entre ellos la propia Universidad, que es uno de los lugares donde más lentamente permean los cambios.
Si un rol cabe a las feministas ‘académicas’ es ser implacablemente críticas con nuestras propias debilidades. Eso no impide que paralelamente se fomente eso que llamamos ‘sororidad’, un reconocernos entre nosotras como interlocutoras sin jerarquías por nuestros ideales de igualdad; pero sin traicionarlos por acomodarnos en un espacio, por más privilegiado que sea.
Finalmente dice la asambleísta “no lancemos piedras si tenemos techo de cristal, porque esa puede ser la peor de las trampas, sobre todo entre nosotras”. Yo le digo, entre nosotras las mujeres solo caben -no piedras porque las mías no lo fueron- argumentos, prácticas y debates. Con ellos no hay que temer que explote el techo de cristal que nos impide seguir creciendo; al contrario, este techo, que es una barrera a nuestros sueños de igualdad, terminará por expandirse. De eso, en cambio, no tengo dudas. (O)

Las claves de la vida

Este artículo no se trata de ningún texto de autoayuda; realmente es lo opuesto, intenta ser una denuncia de un mundo hostil al que estamos siendo sometidos y que sin chistar lo acabamos aceptando y cayendo en las enmarañadas redes de la denominada sociedad de la información. Que hoy necesitemos tener al menos como unas 30 ‘claves’ para sobrevivir en esta selva urbana de tecnología es aquello que algunos pensadores deberían dedicarse a investigar. Sería preciso dar cuenta de cómo cambian los patrones de comportamiento, los usos del tiempo, y los complicados mecanismos a los que tiene que recurrir la memoria para la tarea de recordar tantas claves con la finalidad de asegurarnos privacidad,  acceso a recursos tecnológicos y seguridad financiera.
Por un lado, tenemos las claves para todo el complicado mundo financiero: consulta de estados de cuentas o transferencias de cuentas de ahorros, corriente, de tarjetas de crédito, de compras por internet, de avances de efectivo, de tarjetas de débito, etc. Si pensamos que una persona es titular de una o dos cuentas en bancos,  más una o dos tarjetas de crédito y débito, resulta que debería estar ‘gestionando’ al menos como diez contraseñas distintas por este tema.  Todo esto se duplica realmente porque debemos recordar nuestra clave de usuario o login, y nuestro password o contraseña. También tenemos las claves para nuestros deberes ciudadanos, por ejemplo para pagar impuestos al Estado, municipales, para acceder a los servicios de la seguridad social, y varios otros servicios, claves además que por su uso menos frecuente las olvidamos; aunque si olvidamos pagar impuestos ya sabemos las multas que se generan, y así debe ser, solo que las claves son las escurridizas.
Por otro lado están las contraseñas para el wifi, de acceso a computadoras, tablets, y celulares, el caso es que debemos recordarlas aunque no nos soliciten a cada momento. Ahora además tenemos nuestras cuentas de correo electrónico, algunas personales y otras institucionales, ya la cosa aquí comienza a complicarse puesto que si además tenemos cuentas en redes sociales como Facebook, Twitter, Skype, Instagram, el tema adquiere dimensiones descomunales. Si hacemos seguimiento académico a nuestros hijos, también debemos ingresar a sus registros y contar con nuestras claves ‘parentales’ y si los chicos aún son incapaces de recordar las suyas debemos hacerlo nosotros, y dependiendo del número de hijos, el número de claves crece como por un efecto de bola de nieve.
Los expertos nos recomiendan tener una buena gestión de nuestra información, esto significa que debemos utilizar varios dígitos y que para crear estas contraseñas debemos hacerlo con números y letras, y mejor aún si introducimos caracteres especiales de esos raros que tenemos en nuestros teclados, y la contraseña se vuelve más robusta todavía si utilizamos minúsculas y mayúsculas. Nos recomiendan que no utilicemos datos que sean fácilmente deducibles como fechas de cumpleaños o nombres de hijos o parejas. Como se imaginará, queridos lector y lectora, ya a estas alturas hemos perdido cualquier control mental de nuestras claves. Y, por si esto fuera poco, nos piden que no guardemos estas claves en nuestro computador, ni en el celular, ni tablet o peor aún en papelitos en el escritorio o billetera, pues podríamos ser víctimas de lo que se llama pishing, y que utilicen estos datos para dejarnos en banca rota, o descubierta toda nuestra información.  Esto provoca que acabemos esquizoides en plena era de la (i)- racionalidad tecnológica e informática. (O)

Lo sumisas que fuimos

Al final de la jornada, todos y todas deberemos dar cuenta de nuestros actos y omisiones, las mujeres que nos definimos feministas también lo haremos acerca de nuestras luchas y cobardías. Estas cuentas no son ante un tribunal divino, sino ante las nuevas generaciones que querrán saber, investigarán, se enterarán. Y ahí deberemos decir lo sumisas o irreverentes que fuimos ante el poder patriarcal, ante el marido, ante la sociedad.
Parece desconocerse cuántas mujeres han luchado incansablemente para que podamos estar donde estamos muchas de nosotras: haciendo opinión pública, poblando las aulas universitarias, abriendo espacios profesionales, representando políticamente. Nada de esto fue gratuito ni una dádiva del poder. La lucha de las mujeres en este país, paralelamente que en el resto de América Latina, ha significado diversas etapas donde las feministas debieron idear estrategias -con mucha imaginación y no menos tenacidad- para poder enfrentar al poder patriarcal en sus múltiples espacios. De un plumazo, un desafortunado discurso y ‘tuits’ de una asambleísta, que se declara sumisa, se barre con una historia completa de lucha feminista de nuestra generación y de las anteriores. Pero no solo barre con las prácticas feministas de lucha, sino que también liquida la inmensa y profusa reflexión sobre feminismo que, paso a paso, las feministas en todo el mundo se han esforzado en construir. ¿Se puede ser sumisa para defender los derechos de las mujeres? Es un retruécano extraño, quizás en las teorías de la resistencia oculta pueden detectarse prácticas semejantes, las cuales suelen desplegarse justo en sociedades donde impera la dominación más recalcitrante; casi quiere admitir que el poder patriarcal más consolidado obliga a la sumisión para sacar una mísera tajada a ese poder, tener a tres mujeres en la dirección de la Asamblea Nacional. No es gran cosa, no es aquello por lo que hemos soñado ni aquello por lo que hemos luchado.

Pruebas al canto, ahí tenemos instalado al Plan Familia con su llamado a la abstinencia sexual y su visión moralista de la sexualidad mientras miles de adolescentes continúan embarazándose sin cumplirse el derecho a una educación sexual laica garantizada por el Estado. Ahí tenemos al Código Integral Penal que está operando para encarcelar a las mujeres que han osado abortar, tratadas no solo como ‘idiotas’ sino como delincuentes. Pero ¿cómo es posible que esto ocurra justo cuando se dice que los avances de género han sido como nunca antes en la  historia de este país? ¿Cómo es posible que suceda justo cuando tres mujeres presiden la Asamblea Nacional? Sin duda el feminismo académico tendrá que hacer esfuerzos para examinar y explicar esta suerte de instrumentalización del género que se ha dado en la Revolución Ciudadana y que, al parecer, empieza a ser emulado en la propia oposición de derechas, con la reciente reunión de las mujeres autoridades locales en Guayaquil. De todas formas, lo verdaderamente importante no es el discurso o el ‘tuit’, que puede ser desde un exabrupto hasta una traición del inconsciente. Lo significativo es que en la gestión de estas tres asambleístas mujeres se haya provocado varios retrocesos en derechos sexuales y reproductivos, justo de aquellos en los que urgía avanzar ahora mismo; es decir, la batalla por la soberanía del cuerpo que ha reclamado el feminismo como una lucha clave, ha sido nuevamente postergada. Cierto que han habido algunos logros específicos de transversalización en algunas leyes, pero el gesto del silencio impuesto desde la cúspide del poder patriarcal, y la consecuente sumisión callada de las asambleístas oficialistas, constituye una verdadera bofetada a las luchas de las mujeres ecuatorianas y permanece aún en el imaginario colectivo. Por eso lastima que nos hablen de sumisión; por eso agravia ese desenfadado reconocimiento público; por eso deberán reconocer ante las nuevas generaciones, ahí sí con más vergüenza que cinismo, lo sumisas que fuimos. (O)

Las dos marchas

Las dos marchas de celebración del 1 de mayo me trajeron a la memoria la existencia de las dos repúblicas en la época colonial, la de los españoles y la de los indios. Dos marchas, dos visiones, dos países. Sin embargo, ni siquiera hubo solo dos marchas, ni tampoco en la marcha de la oposición –y quizás en la del gobierno- hubo un solo proyecto consolidado, sino varios y heterogéneos. Por lo que la fragmentación estaría operando en el escenario político, esto es una novedad en el país solo en estos últimos ocho años de una aparente consolidación del proyecto de la Revolución Ciudadana.
La marcha del gobierno demostró tanto fortaleza numérica como táctica para convocar a través de la CUT, afín al régimen, que habría aglutinado a una serie de actores populares diversos. Se movilizaron estos sectores organizados, militantes de Alianza PAIS, y funcionarios del propio Estado. Cuánto movilizó una supuesta amenaza a funcionarios y los famosos sánduches es lo que habría que valorar, pero vimos una compacta plaza de Santo Domingo, con un líder que aglutinaba en la plaza.
La marcha de la oposición fue también numerosa, convocada por las centrales sindicales históricas de trabajadores; se sumaron a ella estudiantes, mujeres, ecologistas, profesionales, jubilados, ciudadanos no organizados. Pero también algunos actores políticos que jamás habrán desfilado un Primero de Mayo, ni saben qué significa eso. De ahí que la marcha no fue de la oposición sino de las oposiciones, en plural. Una marcha heterogénea en sus demandas y en sus intereses a la cual, al parecer, le unificó la consigna ¡Fuera Correa, fuera!
El maniqueo debate sobre quién ganó numéricamente en las marchas es relativamente insustancial. Cuántos individuos hubo en cada marcha, el número, quienes fueron más o ‘somos más’ es un dato en política, pero no es ni todo el dato ni el más importante. Ya lo decía Gramsci, ¡cuántas veces las fuerzas inferiores en número pueden estar mejor organizadas y obtener victorias sobre las fuerzas superiores numéricamente!
En balance, es mi opinión que la dije públicamente en un debate televisivo, las marchas han provocado una apertura del escenario político posicionado en un nuevo escenario económico. En este punto de inflexión los interesados han hablado de postcorreísmo. Se rumora que dentro de la Revolución Ciudadana también hay sectores que hablarían de postcorreísmo. Mi argumento es que en estos últimos meses o años, quizás, el correísmo es quien más trabaja para el postcorreísmo, antes que las oposiciones que aún no alcanzan a articularse, ni definir agendas o liderazgos. (O)

La magia de Nepal

Nepal es uno de los lugares más mágicos que he tenido la oportunidad de conocer. La conjunción de hinduismo, budismo nepalí y tibetano; unido a su diversidad étnica, su larga historia de dinastías y reinos, su geografía que va desde los imponentes Himalayas hasta valles más cálidos, hacen de este país un lugar excepcional. Ubicado entre dos gigantes, China e India; no obstante, Nepal tiene un carácter e identidad definidos.
Una guerra civil sangrienta tuvo lugar en Nepal en los últimos años y como resultado de ella en 2008 se derrocó la monarquía y se instituyó la república. Gracias a una nueva Constitución y elecciones se hizo del poder el Partido Comunista de Nepal, de tendencia maoísta. Su vida política ha estado llena de incidentes y acontecimientos cruentos.
Katmandú, su capital, era un verdadero museo en el que destacaban palacios mágicos, de colores ocres oscuros, de ladrillos y madera, muy diferentes de los occidentales brillosos a los que estamos acostumbrados. En otros templos circulares se observaban a los monjes tibetanos imbuidos en una contemplación paralizante. El misterio y la magia envolvía toda el aura de los templos y palacios en Katmandú, y una se sentía transportada a otro mundo. Los rituales budistas de oración eran tan especiales que inmediatamente aun el turista más despistado se implicaba en ellos, sintiendo una espiritualidad contagiosa.
La ‘niña diosa’ o kumari, por ejemplo, es un extraño ritual de adoración a una niña virgen escogida luego de pasar una dura prueba en la que deben evidenciarse 32 signos distintivos; así, la niña es venerada tanto por budistas como por hinduistas. Para los nepalíes la ‘niña diosa’ es la reencarnación de la diosa Taleju que se mantiene en este cuerpo hasta que la niña se hace mujer, es decir, cuando la niña menstrúa la diosa se desencarna del cuerpo de esta niña y otra debe reemplazarla.
Otro rito impactante de origen hindú y practicado antiguamente en India, aunque fue ya prohibido pero que pude presenciar con mayor facilidad en Nepal, fue la ceremonia del sati. En este ritual pude observar varias piras humanas que incineraban con sándalo a orillas del río sagrado, en una de ellas la viuda hizo el gesto de inmolación. El sati no significa muerte para los hinduistas sino de regeneración y purificación.
Lamentablemente no puedo relatar mi experiencia de ascenso en el Everest porque nunca me entrené en esas maravillosas prácticas, sí pude observar cómo llegaban turistas de todo el mundo para escalar esta majestuosa montaña enclavada en Nepal. En fin, para quien conoció Nepal, ciertamente no es posible ver las imágenes de la destrucción ocurrida a raíz del terremoto. Es una verdadera catástrofe el haber perdido ya más de cinco mil vidas de este pueblo tan maravilloso y trabajador, y también una catástrofe saber que esos extraordinarios templos y plazas están en ruinas.
Los gurkas son feroces combatientes que formaron una dinastía que fundó el reino de Nepal. Hoy Nepal debe librar otro tipo de batalla, y nuevos gurkas surgirán de las cenizas para reconstruir estos grandiosos templos y reiniciar la vida. (O)

Los “barbarismos” de la RAE

El otro día tuve la buena fortuna de que me atendieran rápidamente en el Registro Civil de Cuenca cuando obtuve mi nueva cédula por caducidad de la anterior. No obstante, al actualizar mi instrucción/profesión pedí que constara en femenino, pero mi solicitud fue negada y por consiguiente soy la “Doctor” Mancero. Si eso no es un barbarismo, quisiera que alguien me explique qué lo es.
Han pasado casi desapercibidos los últimos anuncios de la Real Academia Española RAE, pero hay al menos 2 colectivos que se han sentido afectados: los gitanos y las mujeres. Los gitanos por ser tildados de trapaceros (personas que engañan con astucia —ellos argumentan que mejor deberían definir así a los políticos—), y las mujeres por ser invisibilizadas.
Cuando la RAE hizo su anuncio de descalificar los manuales de lenguaje no sexista en español y de que no es correcto utilizar un código especial para visibilizar a las mujeres como el signo de arroba @, la x, o cualquier otro, pude observar que en las redes mucha gente celebró el tema con las burlas consecuentes que el todos y todas; quiteños y quiteñas; cuencanos y cuencanas; ecuatorianas y ecuatorianos genera en nuestro medio. Claro, la interpelación que pretende este uso termina por caer en absurdos y en trampas sin salida. Sin embargo, no podemos negar el sexismo en el lenguaje en palabras por sí mismas discriminatorias, como zorra por ejemplo; o en las profesiones, como el ejemplo personal que situé en el inicio de este artículo.
La lengua es una construcción colectiva y cultural, y está sujeta a cambios e innovaciones, pero también expresa en sí misma los odios sociales y las discriminaciones que persisten en los grupos humanos. Y esto ha quedado nítidamente transparentado ahora que la RAE dictamina esta medida.
El feminismo ha librado una batalla en el terreno del lenguaje, y lo ha hecho en las diferentes lenguas. El español no es la excepción, de hecho ha sido calificado como un idioma muy sexista. Librar esta lucha no significa que la visibilización e inclusión de las mujeres quede zanjada con que nos nombren simplemente, como suele pasar. La obsesión que frecuentemente las feministas ponemos en estos temas, es cierto, puede provocar un desplazamiento de los objetivos más importantes que son la inclusión de las mujeres en la vida práctica. Pero qué duda cabe que también pasa por el lenguaje, aunque no empieza y termina en él. Como dice una socióloga norteamericana: “Escribir chairperson es más fácil que pagarle a una chairwoman el sueldo de un chairman” (citado en Wagner, 2004).
Que la RAE descalifique de plano todos los esfuerzos de inclusión para el lenguaje no sexista es, en mi opinión, una barbaridad. Pero la lengua es libre, más allá de las formalidades de la Real Academia —que quizás no es tan academia ni tan “real”— los sujetos hablantes somos los que tenemos que apropiarnos de ella, y reinventarla para convertirla en un medio de expresión en equidad, sin caer en desatinos, pero tampoco permitiendo que se nos invisibilice o discrimine. (O)

La dignidad de nuestros jubilados

La memoria individual, y más aún la memoria histórica, es imprescindible para enfrentarnos a los retos del presente. Y en nuestro país hay un colectivo que nos ha dado históricamente muestras de una dignidad que puede apabullar a cualquier movimiento social que pretende poner por delante sus reivindicaciones y demandas. Cuando los actores sociales no tienen mayores recursos que desplegar en sus luchas, ya lo sabemos, ponen sus cuerpos y sus vidas. Y este ha sido el caso de los jubilados en nuestro país. Para mis lectores jóvenes que no vivieron esto, o aquellos que no tuvieron la clara conciencia de lo que acontecía en nuestro país, en el gobierno de Lucio Gutiérrez el colectivo de jubilados libró una batalla que arrancó a la sociedad ecuatoriana más de 15 vidas. La prepotencia, la desidia y la negligencia fueron la tónica de la actitud desde el poder.
También de esta lucha -como de otras- bebió, se alimentó y creció la Revolución Ciudadana. Pero sin duda esta fue una de las más significativas y por los elementos de tragedia y dignidad que comportó. Hemos visto a jubilados y jubiladas nuevamente encrespados, no solo porque perciben afectados sus derechos y en una incertidumbre inaceptable en esta etapa de sus vidas, sino también porque manifiestan no haber sido en absoluto consultados para el debate de las medidas de suspensión del aporte del Estado al Instituto de Seguridad Social, IESS. Entonces, ¿no hay memoria colectiva en nuestro país?, ¿dónde quedan las pequeñas y grandes batallas de nuestros sectores populares?, ¿dónde queda la dignidad de nuestros viejos?
Circulan múltiples análisis sobre lo inapropiado de la medida tomada por la Asamblea en estos últimos días. Todos ellos apelan a una supuesta ausencia de estudios actuariales, datos, proyecciones y argumentos frecuentemente no tan bien sustentados. El Gobierno no plantea una privatización de la seguridad social, como la derecha neoliberal quisiera y seguramente auspiciaría. Lo ideal es ir hacia una institución de seguridad social autosustentable –hay que analizar la real viabilidad de esto en nuestro país- lo cual no implica desconocer la deuda existente al momento, y tampoco excusa el hecho de no haber debatido la medida con todos los sectores implicados.
Nuestros jubilados son una generación a la que le correspondió vivir las vicisitudes de las dictaduras militares, las promesas del desarrollismo, el desencanto por el retorno de la democracia; les tocó mirar cómo unas élites en el poder gobernaban para el privilegio de unos grupos, y se esperanzaron inmensamente cuando vieron momentos de cambio. Esto lo digo porque he sido testigo cómo mis propios padres, trabajadores de verdad toda su vida y hoy jubilados, transitaron por estas etapas. No quiero para ellos, como para ninguno de nuestros jubilados, que en sus vidas se cierna el agobio y la desesperanza. La grandeza de la lucha de los jubilados no solo reside en que ellos defienden sus legítimos derechos, sino que realmente lo que hacen a través de las fuerzas que les quedan, es defender los nuestros, de aquellos a quienes nos corresponderá después seguir sus pasos.

Fanesca después de Semana Santa

La nueva ‘fanesca’ que iba a cocinarse esta semana fue detenida a tiempo por el jefe del bloque de Pachakutik, César Umajinga, quien sostuvo que no se reunirían con Lasso, que están muy ocupados con otros temas. No obstante, todo puede ocurrir en este escenario político en cualquier momento.
Estuve investigando acerca de la suerte de los diferentes petitorios de partidos y movimientos para la consulta y la verdad que me perdí. Al parecer todos han hecho mal sus tareas. Los partidos, movimientos e iniciativas ciudadanas equivocaron el procedimiento, esto resulta sospechoso y están en un ping-pong entre el CNE y la Corte Constitucional. Ello acarrea graves impactos para la institucionalidad democrática y supone una verdadera clausura del escenario político participativo.
Si cerca del 80 por ciento de la ciudadanía, de acuerdo a las últimas encuestas, quiere ser consultada sobre las enmiendas constitucionales, cualquier acción que se haga para dar viabilidad a las demandas ciudadanas sería bien recibida por esa mayoría. O ¿quizás cause escozor a los ecuatorianos ver en la misma mesa a banqueros e indígenas? Es posible, agua y aceite, o fanesca como dijo el Presidente.
Pero, en mi opinión, es la negativa del gobierno de llamar a consulta lo que podría propiciar que desde ambos bandos, de derecha e izquierda, se terminen uniendo sobre el tema de la consulta y, más específicamente, sobre el de la reelección. En otras palabras, es el propio gobierno quien va generando un escenario de oportunidades políticas para la oposición, y sobre todo para aquella representada por Lasso.
Si llegaran a acciones conjuntas entre estas fuerzas, esto no necesariamente significaría que estén en una alianza orgánica puesto que en política caben acuerdos sobre temas puntuales, y la reelección indefinida sí es un tema que podría propiciar un entendimiento puntual entre derecha e izquierda. Esta posibilidad debería valorarse desde el gobierno, porque su cerrazón en negar la consulta popular está llevando no solo a que todos se junten en su contra, sino lo que es peor, lleva a que se posicione una derecha ansiosa de poder.
No cabe duda de que el movimiento de Lasso es electoral, sin embargo se podría levantar eventualmente un movimiento ciudadano amplio en contra de la reelección y esto significaría un escenario en el cual el capital político del gobierno sea irrecuperable. En ese contexto, me parece que la alternativa de que se retire ese proyecto de enmiendas constitucionales, o al menos los temas más polémicos como la reelección, debería analizarse. Alianza PAIS podría reconsiderar en su propio entorno una renovación si quiere tener posibilidades más certeras en el escenario electoral.
La fanesca política, esto es la unión de izquierda y derecha con objetivos políticos comunes a corto plazo, se vuelve  una realidad inminente. Pero al parecer, a quien más está gustando este platillo es al propio gobierno, quien la promueve, la sazona y pone más fuego para su cocción. Aunque, ciertamente, la fanesca, luego de Semana Santa, puede resultar indigesta.  (O)

¿Que USA ‘salve’ la democracia ecuatoriana?

La solicitud que pretende presentar Fernando Villavicencio ante el Senado de Estados Unidos para que intervenga en nuestro país, con el argumento de afectación a los derechos humanos y corrupción, constituye un verdadero despropósito. Si se violaran derechos humanos o temas de esta índole, no va a ser Estados Unidos el que venga  a salvarnos. Estas aberrantes solicitudes no hacen sino desconocer la fatalidad que conllevan las intervenciones de la potencia mundial a los países periféricos.
La situación de Villavicencio y, sobre todo, la del exasambleísta Jiménez, no ha sido fácil. Es un caso que devino en judicialización, el asambleísta perdió su curul y fue condenado por la justicia y optó por la clandestinidad. Sin embargo, en mi opinión, la judicialización de estos temas políticos están afectando la democracia ecuatoriana. Pero de ahí a acudir al Senado norteamericano y pedir una sanción igual a la de Venezuela, solo demuestra el nivel absurdo y de descomposición al que está llegando la política en Ecuador, en donde los diferendos, que son consustanciales a la política, peligrosamente rebasan sus fronteras para afincarse en espacios cada vez más oscuros vinculados con riesgos de afectación de derechos humanos y -ante esta nueva respuesta de estos actores- con solicitudes de injerencia e intervención externa.
Hay toda una institucionalidad internacional establecida para canalizar supuestas afectaciones a los derechos humanos. Es verdad que ciertas instancias de estos mecanismos han tenido una complicada relación con el Estado ecuatoriano, pero de cualquier forma, buscar canalizar sus demandas precisamente hacia el país de largo historial guerrerista e imperialista, y que no es precisamente un modelo de defensa de derechos humanos, es simplemente inaceptable.
Que ciertos actores de izquierda asuman las demandas de la derecha para enfrentarse al Gobierno, muestra no solo estos insólitos despropósitos, sino la complejidad del momento político en Ecuador, cuando las vías de cualquier proyecto progresista parecieran cerrarse a favor de un neoliberalismo parcialmente remozado. Pareciera que todas las ‘izquierdas’, las que aún quedan en el Gobierno (?) y las de la oposición, están cada vez más dispuestas a servirles la mesa a la hambrienta derecha.
Creo que en estos momentos hace falta, tanto al Gobierno como a la izquierda opositora, una lectura más calmada, pero también más estratégica acerca de la situación política actual y sus previsibles aunque peligrosas consecuencias de derechización. ¿O acaso pensar que este llamado sea viable constituya en sí mismo una ingenuidad u otro nuevo despropósito? (O)