lunes, 3 de agosto de 2015

La banalidad del mal

En la guerra sucia Argentina se fabricó la denominada “teoría de los dos demonios” para balancear una supuesta corresponsabilidad entre los torturadores y los torturados. Advertimos argumentos similares por parte de los individuos y grupos que actuaron en la época de la represión durante el gobierno de Febres-Cordero. Incluso se ha publicado un libro, por parte de este grupo, cuyo objetivo es, se dice “descifrar los hechos de un ayer que laceró al Ecuador y no logró integralmente sus propósitos, gracias a la actuación de una legión de profesionales del orden y la seguridad, que utilizaron armas legales del Estado” (citado en El Comercio, 30/01/14). Queda evidenciado el intento de justificación de la utilización de procedimientos que claramente atentan contra los derechos humanos: detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas, violencia sexual, asesinatos.
En estos días está siendo extraditada una de las personas responsables de dirigir este procedimiento del terror, denominado Servicio de Investigación Criminal SIC 10. Este individuo  tuvo una “brillante” carrera policial, ocupó los más altos cargos al interior llegando a ser nombrado general y comandante de policía. Cuando se retiró voluntariamente en el 2004, recibió la condecoración “Gran Gruz del Orden y Seguridad Nacional”, y la condecoración “Misión Cumplida”, de parte del gobierno de ese momento (El Telégrafo, 30/01/14). Esto no deja de ser una ironía de la historia, pues este sujeto hoy en proceso de extradición deberá responder a las acusaciones que se le hacen desde la Fiscalía relacionadas con los delitos que mencionamos anteriormente.
La filósofa política Hanna Arendt, luego de analizar el comportamiento del nazi alemán Eichmann, desarrolló el concepto de la banalidad del mal para referirse a individuos que por el deseo de ascender en su carrera profesional, por ejecutar órdenes sin reflexionar acerca de los significados morales y éticos de sus consecuencias, terminan constituyéndose en una suerte de burócratas del terror, operarios dentro de un sistema basado en el mal. Lo importante para ellos son los resultados finales, el cumplimiento de las órdenes provenientes de estamentos superiores. Esto no exime ni declara inocente al imputado, pero sí implica un renunciamiento a la capacidad crítica de la persona, a su libertad. Arendt planteó un Elogio de la desobediencia, que constituye una reflexión sobre la sumisión a la autoridad como instrumento de la barbarie en los conflictos contemporáneos.
Me pregunto ¿las actuaciones del grupo de lucha antisubversiva del SIC 10 puede interpretarse dentro de este enfoque?, ¿cuántos burócratas antes y ahora pueden llegar a constituirse en piezas de una maquinaria del mal?, ¿tienen ellos y ellas la capacidad de resistencia, de desobediencia en actos que perciban como injustos?, ¿hasta dónde puede actuar el sentido de cumplimiento del deber encomendado y el sentido de lo ético y justo?, ¿qué clase de seres humanos somos que podemos anteponer el cumplimiento del deber, así esté relacionado con el ‘mal’, frente al ‘bien’ o lo justo?

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