lunes, 3 de agosto de 2015

¡Que hablen las expertas!

Cada mañana, en la radio o en la TV, podemos escuchar o ver diversos programas de opinión donde vierten las más sesudas opiniones expertos en diferentes temas, desde análisis políticos de coyuntura, análisis económicos, culturales, temas sociales, deportivos, entre otros.
Generalmente estos paneles están integrados por personas de semejante condición social, de género, educativa e incluso étnica. Es decir, generalmente son hombres de clase media alta, con instrucción superior y blanco-mestizos.
No son impresiones mías, al contrario, los datos son contundentes: el 81% de los entrevistados en estos programas es de hombres. Mientras que el rol de las mujeres es como presentadoras de noticias, el 59%. Este mismo informe revela que del total de reporteros el 61% es de hombres y que estos abordan, principalmente, temas de política, economía, judicial y deportes; el 39% es de mujeres que se encargan de temas sociales, de interés general, entretenimiento, cultura y farándula (Participación Ciudadana, 2010).
El androcentrismo es una ideología –ese sí– y una práctica, como podemos ver en los datos que mostramos, que considera a los hombres como el centro y la medida de todas las cosas. Según esta ideología se estructura la sociedad de tal forma que se considera lo masculino como el universal, como el término representativo del ‘todo’.
Esto significa que, cuando se habla de los asuntos que conciernen al conjunto de la sociedad, parece normal que sean hombres los que protagonizan la noticia, en representación también de las mujeres. Las mujeres, en cambio, son adecuadas para transmitir mensajes que tienen que ver con los ‘asuntos de mujeres’, porque las mujeres simbólicamente solo representan al ‘grupo mujeres’ y no al grupo universal.
Me pregunto, ¿si desde hace varios años hablamos de una feminización de la educación superior, no será acaso que ya hay suficientes mujeres que puedan hablar con voz propia, en diferentes ámbitos y de diferentes temas?
El lenguaje, la palabra y el uso de esa palabra es una cuestión de poder y, de hecho, la capacidad de nombrar la realidad siempre ha estado presente en las reivindicaciones del feminismo y de los movimientos de mujeres.

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