Estos días de efervescencia política no han sido muy
propicios para las mujeres en el país, hemos sido testigos de cómo numerosas mujeres
indígenas han sido vejadas, humilladas y encarceladas. También han sido violados
los derechos de una mujer pareja del presidente de la Ecuarunari, hasta tal
punto que la han obligado a salir del país. Y acaba de hacerse público un video
en el cual un concejal de Quito acusa a una concejala de acoso sexual y la
tilda de “ofrecida”.
Todos estos eventos, aparentemente inconexos, tienen
un común denominador: la violencia de género y el patriarcado instaurado en la
sociedad ecuatoriana, pero fundamentalmente en la política. Todas estas mujeres
han tenido actuaciones políticas, y las mujeres en la política, un terreno
tradicionalmente masculino, son percibidas como peligrosas.
Si es en la política de la calle, las mujeres les han
resultado incómodas al Estado, que claramente auspicia en este momento una
política abiertamente sexista manifestada tanto por las expresiones cotidianas
cargadas de machismo del propio presidente, como por las mojigatas políticas
públicas regidas por cánones morales religiosos. Es en este ambiente que las mujeres
indígenas fueron golpeadas miserablemente por la policía, una institución emblemáticamente machista, a quien tanto
defiende ahora el régimen.
Si es por el rol de las mujeres que opinan,
escriben, investigan, mi percepción es que el Estado y sus diversos instrumentos
siempre nos perciben como el lado más vulnerable y es por ahí por donde atacan
frecuentemente, como pudimos observar con el caso de Manuela Picq. Ya vimos que
al gobierno le importó nada la solidaridad que emergió ante el caso, o las
numerosas peticiones para solucionar el tema de su visa, como le valió nada el
concepto de ciudadanía universal de la Constitución.
Si es en la actuación política formal como el caso
de la concejala mencionada, la acusación que ella recibió a través de un
miserable video, da cuenta no sólo de cómo se ventilan los temas amoroso-
sexuales de buena parte de los hombres frente a las mujeres, ni cómo la
sociedad se solaza con estos chismes y comentarios, sino sobre todo devela de
cuerpo entero cuáles son las astucias del patriarcado para excluir a las
mujeres de la política: calificarlas de ofrecidas, de livianas, de putas, para estigmatizarlas
y sacarlas del juego político, en el que ellos siempre son los que dominan. Por
ello casi todos son hombres y quieren preservar su espacio masculinizado:
concejales, asambleístas, alcaldes, prefectos, presidentes.
La lectura de este incidente no se agota en lo
absurdo que resulta ventilar temas privados en las redes, y menos en una acusación
que más suena a fantasía del concejal que a otra cosa, o la victimización del
propio acusador cuyo video inexplicablemente aparece colgado en YouTube, o la
moral casi obscena de una sociedad que rápidamente forma bandos.
Este evento es la demostración más palpable, junto
con los otros examinados antes, de las consecuencias que aguardan a las mujeres
si osamos incursionar en la política. El intento de sacarnos de la política de
las calles, de acallarnos en los periódicos, de silenciarnos en las redes, de
excluirnos de las asambleas, es parte de
una sistemática violencia política y de género que peligrosamente se ve avivada
en estos días. Es cierto que muchos hombres también están viviendo prácticas
semejantes, pero hay una diferencia
sustancial: las acusaciones de acoso sexual que les pueden hacer no tienen el
mismo impacto que tienen para las mujeres, por ello no son estrategias usuales;
los golpes y el encarcelamiento que se ha hecho a las mujeres indígenas han
tenido componentes incluso de violencia sexual como ellas han denunciado; las
armas con que se combate las opiniones de las mujeres son claramente sexistas, no así cuando se atacan las opiniones de hombres.
A pesar de
este panorama, la perspectiva de victimizarnos no está entre las estrategias de
las mujeres pues estos mismos días de efervescencia política ha quedado claro
que roles activos, visibles, denunciantes, alertas y solidarios son las armas que empleamos las mujeres que no aceptamos ni el silenciamiento, ni
la invisibilización, ni la exclusión de la participación política.
BUEN ARTÍCULO...FELICITACIONES !
ResponderEliminarGracias su comentario Mario, muchos saludos!
EliminarIncluso las mujeres que aparentemente gozan del favor del presidente, han sido obligadas a la sumisión, según sus propias afirmaciones. Recordemos lo que pasó cuando las asambleístas de A.P. intentaron apoyar la ley del aborto. Qué dirán en Carondelet de las recientes declaraciones del Papa sobre este tema?
ResponderEliminarBuena pregunta estimada María del Carmen, sobre todo para alguien de creencia católica, apostólica y romana como el presidente. Sobre la sumisión de las susodichas asambleístas aquí el link a mi blog, pero este fue un artículo publicado en el Telégrafo, aunque con los recortes "de rigor"
Eliminarhttp://monicamancero.blogspot.com/2015/08/lo-sumisas-que-fuimos.html
Mejor tengamos dos constituciones una para mujeres que puedan hacer todo tipo de delito (cerrar carreteras, lanzar piedras, golpear a policias, si es extranjera armar relajo) Y NO PASE NADA y de paso si tu amante te dice ofrecida .. ponerle una denuncia!!!... y otra para hombres en donde paguemos todos los delitos ....DE UNA A LA CARCEL
ResponderEliminarSupongo que el tono de su comentario es irónico, pero me parece que no conoce la realidad de las mujeres en el país: 6 de cada 10 sufrimos violencia sexual, esa violencia en muchos casos -una de las tasas más altas de AL- se convirte en feminicidio, es decir muerte de esas mujeres; ganamos menos en los mismos cargos y con mejor formación; trabajamos más según lo demuestra a encuesta del uso del tiempo, dentro y fuera de casa; los indíces de analfabetismo son mayores, y un largo etcétera. Así que la supuesta ironía con la que pone su comentario es improcedente.
EliminarLo que AP quiere hacer con la constitución es justamente eso....."Lo que les de la gana y no pase nada".....!
ResponderEliminarHan violentado la Constitución innumerables veces, realmente nunca les calzó esta Constitución en mi opinión
EliminarExcelentes sus artículos mi estimada Mónica; felicitaciones y los mejores augurios por un futuro cada vez más promisorio.
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